Adicción Comunicación

"“No siento yo amor por la que sólo con palabras ama. [...] No mueras tú conmigo ni hagas tuyo un acto en el que no pusiste tu mano.”"

Justo después de que Edipo se quitara los ojos con los broches de oro del último vestido que portó su difunta esposa/madre antes de cometer suicidio, Tebas se quedó sumergida en la pena.

Es de ahí que el poeta y dramaturgo griego Esquilo cuenta “Los Siete contra Tebas” que en esencia es algo así: La ciudad queda al mando de sus hijos Eteocles y Polinices quienes no pudiendo decidir sobre quién se quedaría el trono tebano, hasta que un buen día Eteocles se corona sin darle aviso a Eteocles, este último motivado por el dolor que le causó la traición de su hermano se marcha. Pasa el tiempo y cual hijo pródigo retorna a su ciudad natal con un ejército a sus espaldas, para evitar la masacre se decide que se colocará un representante de ambos bandos antes cada puerta y lucharán para obtener un ganador sin genocidio, en la última puerta se enfrentan los hermanos. Al terminar el día la victoria de seis puertas es Tebana, en la restante se encuentran con que ambos hermanos habían encontrado la muerte el uno en el acero del otro. 

Teniendo Edipo Rey, Edipo en Colono y Los Siete contra Tebas como contexto podemos adentrarnos en la obra que nos atañe, una obra que aflige mi alma; Antígona, quien sufre fuera de cuadro, ella no fue objeto de una maldición divina prenatal, tampoco fue hombre y por lo tanto jamás fue candidata al trono y quedó desmarcada del conflicto entre Polinices y Eteocles inmediatamente, pero aún así es quien más se desgarra por los pesares de su familia, como un espectador que solo puede observar como todo a su alrededor se quiebra y cuando termina esa ruptura se puede acercar y recoger los escombros. 

Sófocles concluye la tragedia en Tebas con Antígona de una manera tan poética como desgarradora; sus hermanos habían muerto y su tío Creonte asumió el poder, es él quien le prohíbe a todos los Tebanos sepultar a Polinices, tan solo recogieron a Eteocles, le limpiaron, velaron y enterraron, en cambio el hermano perdido que dio la vida por un trono en el que jamás se sentó y recalcar la injusticia que cometió Eteocles, tan solo recibió el cuidado de un par de guardias cuya función era ejecutar a cualquiera que intentara darle sepultura. Antígona, quien amaba  a Corifeo (hijo de Creonte), comete uno de los sacrificios más grandes y acepta su ejecución a cambio de poderle darle la dignidad póstuma que su adorado hermano merecía; Así que cruza las puertas y durante un descanso de la guardia, limpia a su hermano, cubre sus heridas, cierra sus ojos y le entierra, sin ninguna intención de sobrevivir su “traición” se dejó capturar por los militares y conducir a su última audiencia. La princesa de Tebas es el máximo ejemplo del deber, un deber familiar, al grado de desafiar todas las instituciones sociales si con eso Polinices descansaría. 

Lo que Sófocles hace en esta obra es cerrar la circunferencia, su narrativa podría verse como un círculo plano que presenta, desarrolla y concluye todos sus elementos, siendo la hija del polémico Edipo la última pieza, la culminación del dolor Tebano porque siempre pensamos en la casa de aquel que mató a su padre y se casó con su madre solo porque así los dioses quisieron, pensamos en las cuencas que quedaron en el rostro de Edipo tras quitarse la vista, la casa de los hermanos que destazaron sus pieles, derramaron su sangre, chocaron su acero y quebraron sus huesos, no pensamos en quien les lloró, nuestra querida Antígona, el último punto de este círculo, quien responde a su muerte con palabras desgarradoras: 

A ti te toca vivir; en cuanto a mi, mi vida se acabó hace tiempo por salir a ayudar a los muertos. 

Por ello puedo decir que con este suicidio se cierra el dolor Tebano, tal devoción me impresiona y por ello esta obra es de mis favoritas. Cierro con la siguiente cita: “Es que la razón, señor, aunque haya dado en uno sus frutos, no se queda, no cuando agobia la desgracia, sino que se va"