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Arriaga: Solo el virtuoso puede ver un día la cara de Dios

 

Yo y Guillermo 

León Felipe escribió alguna vez (en uno de mis poemas favoritos): 

“Una vez oí… en un lugar… no sé cual… 

“Solo el virtuoso puede ver un día la cara de Dios” 

Yo sé que la palabra “Virtuoso” tiene un significado equívoco, 

Anfibológico, 

pero, de una o de otra manera, pensé, yo no seré nunca un “Virtuoso”… 

Y me fui por el mundo a llorar mi desdicha.”

Debo admitir esta noche que cuando leí esas líneas también me fui a llorar mi desdicha, solo que no por el mundo. 

Cuando conocí a Guillermo Arriaga Jordán, yo ya había disfrutado de estos versos, lo conocí en octubre de 2017 cuando ofreció unos cursos de creación, éramos un pequeño grupo de personas que compartió 18 horas juntos en un minúsculo pero cálido auditorio dentro de una Universidad (cuyo nombre he olvidado), esas horas me llevaron a una apoteosis catártica entre consejos creativos, vivencias, datos históricos, chistes y confesiones personales, Guillermo nos dijo algo que me marcó desde ese día, interrumpió una explicación sobre como crear lugares y con una severa voz pronunció lo siguiente: 

“Todos aquí somos unos faltos de talento, Gabriel García Márquez ya era Gabriel García Márquez a sus 15 años y ninguno de nosotros hizo algo así.” 

Hizo una nueva pausa y continuó diciendo: 

“Así que ya lo saben, somos una bola de faltos de talento, ¿qué harán al respecto?” 

Como escribí antes esto se quedó grabado en mi mente y lo he repetido hasta el cansancio. 

Faltos de talento y no ser un Virtuoso, ambos términos deben ser sinónimos en algún lugar de esa amplia polisémica que representan, por ello el Leonardo del 2017 siguió llorando su desdicha pero con la idea de hacer algo al respecto. 

Durante el marco de la FILEM 2019 me volví a encontrar con Arriaga, esta vez en su conversatorio “La novela que vendrá”, justo como la primera vez me quedé mudo, todas mis preguntas mentalmente planteadas eran respondidas por el escritor en cuanto las formulaba, solo observé y escuché tan maravillado como era de esperarse, escuchándolo criticar el guion y guionista, afirmando que una palabra dice más que mil imágenes, explicándonos que él tan solo es un medio de algo más grande y solo se deja “vencer”, que la tinta tome el curso que quiera desde su pluma. 

Casi dos horas le escuché emocionado y conmovido, cuando terminó pude acercarme junto con un querido amigo al escritor, después de saludarlo le regalamos un ejemplar de Philomanía, mientras lo ojeaba le conté que esa idea era posible y de cierto modo yo mismo gracias a él, por su tono de voz y mirada pude notar que le había conmovido, insistió que ese no era su logro, que “los chingones éramos nosotros (sí, es de las cosas más lindas que he escuchado), insistí agradeciéndole por sus letras y profesando mi admiración por él, porque en verdad es uno de los seres humanos de los que más he aprendido en tan poco tiempo; cuando salíamos del foro principal solamente podía pensar en que coincido con él, la idea que más me gusta es la que está por venir y ambos vivimos en ese ciclo de amar platónicamente conceptos hasta que llegue el próximo. 

Espero verte pronto, Arriaga. 

Gracias por todo y perdón por tan poco. 

Nuevo Guillermo