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La pérdida de la humanidad

Bond

Introducción

Desde un punto de vista histórico y cultural nuestra especie siempre ha sido atraída por las historias, en específico las epopeyas, estos relatos que podrían reducirse a un par de elementos sencillos como héroe, rey, misión, rival y doncella en apuros; no hay más que entender o factores que queden al aire, a pesar de su sencillez factorial su combinación y aliteración en lo eventos que la conformen es lo que hace interesante a la historia, es lo que le hacía a la gente sentarse al fuego escuchando la balada de Beowulf (que después se convertiría en un poema), o la historia de Sigfrido, lo interesante de todo ese folclor literario es que seguía unos arquetipos ya tan marcados que no había necesidad de pensar mucho para identificar a cada uno de los componentes que ya había mencionado antes, a esto se le puede complementar con la esencia de humano que tiene el héroe es más hasta los semidioses tenían humanidad en las historias de antaño, incluso figuras tan imponentes como Teseo o Jasón también sangraban y probaban ese oxidado sabor de la derrota. Nos gusta observar personajes que enfrentan lo impensable teniendo el lujo de ser humanos, nos alientan a emprender acciones (que están claramente en una diferente dimensión) porque que nuestra vida puede que no dependa de ello, nos llevan fuera de nuestra zona de confort.

En resumen, nos atrapan las historias de personajes que siendo vulnerables se embarcan en campañas heroicas, defienden sus ideales y anteponen sus convicciones ante todo, incluso su vida misma (justo como Beowulf).

Desarrollo

Esto sucedía cuando nuestra historia como humanidad estaba aún floreciendo y las cosas no parecían tan complicadas en ese entonces, cuando los conceptos de lo bueno, lo malo, lo correcto y lo incorrecto eran hasta ajenos a nosotros puesto que siempre terminaba siendo una discusión divina, pero los años pasaron, las guerras estallaron, los cuerpos cayeron, la sangre fluyó más rápido que las cascadas, pérdidas y más pérdidas, el conflicto como un ente inherente al ser humano es complejo de describir y esto se debe a las perspectivas que tengamos, al lado del mundo donde nos tocó crecer, la cultura que formó nuestra perspectiva y los parámetros que hemos creado por cuenta propia.

El mundo era ya un lugar distinto, seguía siendo igual de grande pero por alguna razón se sentía más vacío que antes, la gente había experimentado el auténtico terror de dos grandes guerras que fragmentaron todos nuestros parámetros, dos guerras que habrían quebrado a nuestros antiguos héroes porque ni siquiera el magnífico Rolando, Sigmund, Beloferonte, ni el mismísimo Aquiles podría haber soportado pasar por las trincheras, luchar en Somme, resistir en Verdún, inhalar el gas mostaza, cargar cadáveres de sus compatriotas, sobrevivir a Auschwitz o caminar sobre las ruinas de unas aún humeantes Hiroshima y Nagasaki sin quebrarse, afortunadamente nuestros antiguos héroes no tuvieron las desdicha de experimentarlo, ni siquiera de ser testigos de estas atrocidades, ellos jamás habrían de oler a la muerte, no sentirían lo terrible que sería buscar el cadáver de un amigo o familiar entre tantos cuerpos irreconocibles; por desgracia quienes sí vivieron esto eran los hombres y mujeres que se sentaban a escuchar las historias de personajes más grandes que ellos, Tolkien fue una de esas personas que se sentaba a escuchar esos relatos con sumo placer y fue arrancado de las bibliotecas para colocarlo en las trincheras, él describe la época de una manera muy sutil pero acertada en Las Dos Torres, es más describe la perspectiva lector-héroe enfrentando una aversión sin precedentes:

“Lo sé, es un horror. Por nosotros, ni siquiera estaríamos aquí; aunque así es. Es igual que en los grandes cuentos, mi señor Frodo, los cuentos que eran importantes, estaban llenos de oscuridad y peligro, a veces uno no querría saber el fin, porque, ¿cómo podría ser un final feliz?, ¿cómo podría ser el mundo como antes cuando han pasado tantas cosas malas? Pero al final, las sombras sólo son, transitorias, aún la oscuridad debe terminar. Vendrá un nuevo día, cuando el sol brille iluminará hasta la claridad. Esos eran los cuentos que permanecían, que tenían significado, aunque fuera demasiado pequeño para entender por qué. Pero, mi señor Frodo, creo que si lo entiendo, ahora lo sé, porque la gente en ellos tuvo ocasión de dar la vuelta y nunca lo hizo, siguió caminando porque tenía algo de lo cual aferrarse.”

La parte más crítica del discurso anterior es su respuesta, una idea que parecía estar en las mentes de todos.
“Y nosotros, ¿a qué nos aferramos?”
La respuesta anterior a pesar de la positiva contestación que vendría después, modificó la esencia del humano en lo más íntimo, tatuó nuestras almas, selló nuestras mentes y finalmente terminó por cambiar a nuestros héroes, porque los lectores ya no querían escucharlos, ya estaban cansados y lo suficientemente quebrados como para observarlos una vez más, a ellos tan intocables y elevados, en sus doradas armaduras, con armas mágicas y la protección de alguien más grande que ellos, nuestra humanidad no tenía ya de donde aferrarse, no había consuelo ni en la promesa del cielo o el infierno, solo nos teníamos a nosotros por primera vez, solos, luchando los de allá con los de acá.

Cuando la vorágine terminó, el gas se disipó y los cuerpos fueron recogidos o se terminaron de descomponer surgió un nuevo héroe que definiría incluso una estética, James Bond, una máquina.
El agente 007 se construyó de los retazos de la humanidad que solía existir antes del dolor y Fleming los combinó con maestría a los nuevas ideas, el autor llegó a la conclusión de que los humanos habíamos fracasado, nuestros héroes habían muerto y era nuestra humanidad la que nos había llevado hasta ese punto, de este modo, creó a un personaje cuya debilidad, su único imperfecto era su humanidad, invirtió los valores narratológicos que habían estado presentes hasta ese punto, tomó el valor principal anterior y lo convirtió en el más irrelevante.
Este británico sin escrúpulos solo se preocupó una vez por algo que sería descrito por George Martin años después:
The battle between Good and Evil is a theme of much of fantasy. But I think the battle between Good and Evil is fought largely within the individual human heart, by the decisions that we make. It’s not like evil dresses up in black clothing and you know, they’re really ugly. These are some of the things that Tolkien did; he made them work fabulously, but in the hands of his imitators, they become total clichés. I mean the orc-like creatures who always do dress in black and... they’re really ugly and they’ve got facial deformities or something. You can tell that if somebody’s ugly, he must be evil. And then Tolkien’s heroes are all very attractive people and all that, of course, again this became cliché in the hands of the Tolkien imitators. "GRRM Interview Part 2: Fantasy and History", interview with TIME Entertainment (18 April 2011)
Bond se aferra más al modus operandi que implica la próxima declaración brindada por el mismo autor:

• Nobody is a villain in their own story. We're all the heroes of our own stories. "George R. R. Martin Interview GAME OF THRONES" by Christina Radish, Collider (17 April 2011)

Siendo la única historia que importa la de él, esta versión a una escala mayor es Inglaterra salvando al mundo no anglosajón, Gran Bretaña enfrentando a sus rivales creados por el racismo, es la lucha de lo estéticamente bello contra lo feo, la riña entre estereotipos creados por la guerra misma en primer lugar, Bond se alimenta de esa segregación y crece entre el odio irracional.

Conclusión

Ian Fleming, el hombre que creó al agente secreto por excelencia lo sometió a lo largo de sus libros a diferentes torturas, una más dura que la otra, nuestra cabeza regresaba a la interrogante planteada por Tolkien ¿Él a que se aferra? Al deber, a la corona, a la reina, a Inglaterra, porque Bond es más una máquina que sirve los ideales y valores de un cierto bando que dictaminó “lo bueno y lo malo”, que un humano ayudando a otros. A lo largo de su estereotípica cruzada son los momentos en los que James recupera parcialmente su humanidad lo que nos retiene, lo que nos hace ir de libro en libro y película en película, porque Fleming, la audiencia y James mismo esperamos (quizás inconscientemente) su última misión, el día que no pierda a la chica, cuando deje de importar si el malo es vencido o no, es en vano que nos maravillemos y nos contemos historias de gente inhumana, de que falsamente creamos que podremos movernos como Bond, sin ataduras, con la mente fría, de villano en villano, que tengamos esa convicción tan errónea de que el mal reside en una sola persona y cuando ese sujeto ya no esté el mundo será un lugar mejor; porque Fleming, la audiencia y James somos niños quebrados con temor a ser humanos de nuevo, con temor al dolor y el suplicio que en ocasiones define amar, irónicamente y justo como Bond eso es lo que más deseamos, justo como a él nos duele que “La muerte y los diamantes sean para siempre”.