Cineteca Mexiquense
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Hoy les quiero contar sobre como la Cineteca del Estado de México nos regresó a mi y a Howl nuestros corazones.
Hay una pregunta que suele surgir mucho en las conversaciones y más con gente que no es toluqueña, este chistecillo algo ofensivo y peyorativo que busca recalcar de manera inacertada mediante la odiosa pregunta de ¿qué hay en Toluca? esperando recibir por respuesta un “nada”, “no hay a donde ir aquí”.
Déjenme decirles que quien llegue a preguntar eso está buscando en el lado equivocado porque acá en nuestro frío hogar la belleza no grita para ser encontrada.
Es así que para cumplir con una nueva odisea cultural con fines académicos un par de nuevos amigos y yo nos dirigimos a “La Cineteca”. Donde sin saberlo me encontraría con uno de mis fieles e íntimos amores, detrás de las elegantes puertas de una sala prácticamente nueva, sobre las butacas cómodas y siempre espectantes, tuve el placer de encontrarme una vez más de frente a “Howl no Ugoku Shiro” o “El Increíble castillo vagabundo” (pa’los compas), tenía años sin ver esa película y reencontré una parte de mi ahí, me alegra que haya sido en ese lugar y no en mi habitación o la sala reproducida con esa satisfacción instantánea e insípida tan caracterísitica de tu sitio de streaming preferido; como el lugar siempre importa hablemos sobre la Cineteca Mexiquense un recinto cultural dispuesto a la proyección de obras cinematográficas, durante mi visita esta se había adornado con acuarelas aportadas por un taller impartido en el “Museo de la Acuarela” con la temática de cine mexicano con retratos que iban desde GDT, Cuarón, “El negro” Iñárritu y hasta El Santo y Blue Demon.
Lo primero que notas al entrar en este recinto es su luz, la habitación principal donde se encuentran las taquillas, cafetería, un par de mesitas y el espacio donde se pueden montar exposiciones (justo como la de la acuarela), el silencio había reinado ese amplio salón con un techo piramidal hasta que nuestras voces irrumpieron en esa hegemónica estabilidad, adquirimos los tickets con un costo de tan solo $25, palomitas, un par de refrescos y rondamos el lugar en espera de que las puertas de la sala 1 se abrieran. Nuestro recorrido envuelto en ese sepulcral silencio fue tan curioso como solitario, la muda escena tan solo era quebrada por nuestras risas y un par de canciones de Love Of Lesbian que tenían los de la cafetería hasta que finalmente las puertas se abrieron de par en par.
Nos deslizamos rápidamente y con el debido sigilo, sumiéndonos en una oscuridad absoluta, pareciera que la Cineteca es el Ometéotl hecho arquitectura y varilla. La sala tan vacía como la habitación principal nos permitió ubicarnos donde queríamos, ocupamos dos filas separadas por otro par entre ellas y nos dejamos envolver en la alta calidad de imagen y sonido que me transportaron directamente a mi infancia, los tiempos se entrelazaron en este místico lugar y pude asombrarme a cada movimiento como la primera vez con una de las cintas que me inspiraron a desear hacer algo al menos la mitad de bueno que es esta magnánima obra.
En cuanto terminó y salimos de ese mundo del detalle que los estudios Ghibli siempre se empeñan en crear nos volvimos a ver rodeados de oscuridad en una escena que a pesar de ser muda está en busca de cuantos personajes puede recibir para poder dar ese paso al sonido.
Esta sala semivacía me hizo recordar como el tiempo pareciera detenerse dentro de la casa de Ométeotl, como si una barrera de esas de los cuentos impidera la entrada. Lo cierto es que hoy en día nuestro interés por las grandes franquicias ha creado colateralmente ese manto que cubre una cineteca que aunque cuenta con todo tipo de películas, cortometrajes de estudiantes de diferentes escuelas e incluso estrenos se quede muda.
Algo más sucedió en ese instante, en el intervalo de tiempo que transcurrió entre el final de la película y que una a una las luces se encendieran, mi pecho se sentía más pesado, Howl y yo sentíamos lo mismo, un corazón que volvía a latir entusiasmado por haber vuelto a vivir el cine.
Volviedo al primer punto, sí, hay cosas por hacer en Toluca y tenemos que promover los espacios con los que ya contamos antes de que el telón de la obra que es el Edoméx se cierre definitivamente sobre ellos.