En México no hace falta echar a volar la imaginación para darse cuenta que la desigualdad de género sigue siendo muy difícil de lograr, pues basta con sólo mirar los titulares de cualquier periódico amarillista: sangre, fotos malogradas y claro, la contraportada de una mujer desnuda que atrae el morbo acompañada de una frase “sensual”. Todo lo anterior en un paquete que proporciona entretenimiento y picardía para el perfecto albur, piropo y osadía vulgar.

De acuerdo, el argot mexicano lleva un efecto sexual implícito desde siempre y el albur se ha convertido en un sello de identidad. Pero el folclore de los mexicanos contrasta con los altos índices de feminicidios que hay en el país; según la ONU, en México son asesinadas siete mujeres cada hora.

La viralización e inmediatez de la información han propiciado que actos como el acoso sean denunciados en redes sociales. Más mujeres salen cada día y vencen los miedos sociales a los que han sido expuestas, pero nada sería posible sin el impulso y la fuerza que figuras femeninas regalaron al mundo en el pasado. Muchas de ellas alzaron la voz y apuntaron a un solo objetivo: la equidad de género.

Hoy México puede presumir por tener a muchas de mujeres dignas de reconocer, pues son piezas importantes para el fortalecimiento del sexo femenino; tuvieron las agallas para afrontar momentos adversos y lucen victoriosas cuando el mundo las recuerda. Ellas son la base del optimismo que aún se mantiene en la sociedad mexicana.

Rosario Castellanos

Sus letras se escucharon a mediados del siglo pasado y es considerada como una de las pioneras del feminismo en México. La poeta Rosario Castellanos dejaba instaurados en la memoria los sentimientos de su pesadez e inconformidad de un mundo dominado por hombres. Su infancia se vio reflejada en cada uno de sus versos y aunque siempre recordaba a Comitán, Chiapas como su única casa y raíz de todo lo que conformaba y creía, fue en Israel donde se despidió del mundo, pues a causa de un accidente doméstico murió electrocutada.

Hermila Galindo

Muchos son los adjetivos que describen a Hermila Galindo: luchadora social, oradora por excelencia, maestra y hasta periodista. Vivió uno de los momento más desgastantes de la sociedad mexicana, el país estaba en transición y los efectos de la revolución apenas daban pocos frutos. Ella fue una de las primeras mujeres que exigían igualdad política en lo educativo, laboral y social.

Sor Juana Inés de la Cruz

Sus obras demuestran que Sor Juana fue la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. Los convencionalismos no cabían en su personalidad, pues vivió en un contexto donde no era aprobada la curiosidad intelectual ni la independencia de las ideas para las mujeres. Pedía a sus padres que la vistieran de hombre para poder estudiar e incluso, su afinidad religiosa sólo tenía que ver con el hecho de aprender y escribir.

Dolores Olmedo

La primera promotora cultural por excelencia. Su momento se vio marcado por el periodo postrevolucionario donde la afinidad con poetas y artistas la hizo compartir ideas a lado de personalidades de la talla de Salvador Novo, Antonio Caso o José Vasconcelos. Dolores Olmedo tenía un talento innato para identificar grandes obras y gracias a ella y a las buenas relaciones que mantenía con Diego Rivera y Frida Kahlo, podemos apreciar sus pinturas, murales y huellas del pasado artístico mexicano.

Frida Kahlo

La trascendencia de Frida Kahlo va más allá de la moda o un paseo por Coyoacán, pues es reconocida internacionalmente como un estandarte feminista. Su tenacidad e interés por la educación la llevó a convertirse en una mujer muy preparada e incluso encabezó durante mucho tiempo –junto a Diego Rivera– el más grande movimiento comunista que ha visto México. Además, su personalidad la pone como un referente cultural, ya que el autorretrato y la naturaleza, más que un eje artístico, se convirtió en un espejo de la realidad misma.

Las mujeres de este país no son sólo cifras negativas de un texto corto, preciso y desgastante, son importantes los números para observar la magnitud de la desigualdad y el enorme problema que tiene la sociedad mexicana. Sin embargo, fijar la mirada a quienes mantienen vivo ese rayo de esperanza quizá sea la clave para concientizar a masas que aún ríen a carcajadas cada vez que un albur o piropo denigrante hiere a una mujer.

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