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Poemas de Juan Carlos Cabrera Pons.
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- Published: 16 Marzo 2023
J.C. Cabrera es un poeta y traductor originario de Chiapas, su trabajo lo ha llevado a obtener el Premio Nacional de Poesía "Mérida" 2008, gracias a su poemario Cuatro piezas danesas, Minil Lamas su poesía es una “ espléndida heteronimia y madurez lírica, poco común en un poeta joven, se nos presenta como un desdoblamiento del yo lírico, donde el eterno enfrentamiento de Eros y Thanatos vuelve a escenificarse.”
IV
Detrás del velo riguroso de las cosas, en la orilla de mirada que se escapa de mis ojos o en el gesto de un pariente muy
lejano,
muerto siglos antes de mi muerte, la muerte me fue llamando. Aunque nunca la escuché de cierto, pues cada vez que entregaba mis oídos al pulso constante de su ruego, su rumor precario desaparecía como se pierde un sueño al recordarlo o como se escapa el instante al retenerlo. Y sin embargo estaba ahí llamándome, diciendo tu nombre para provocarme, y yo la
presentía
como se presiente el instante que prosigue. Fue por eso, por ese continuo impulso de silencio, que junté hombres y
remos
para darme al mar.
Detrás del velo riguroso
de la permanencia, la muerte me fue llamando, y yo la pretenden como pretenden a la oscuridad las cosas cuando apagamos la lámpara en la noche. Era la noche el comienzo de la muerte, era la noche y un lento y ondulante río, como si todos los instantes precedentes
en un continuo instante terminaran, abrió el roce de su falda
en la ciudad.
Y yo junté botellas y papeles por dejarme al húmedo discurso de su paso
como se dejan ir las sombras a la sombra o como se ocultan
las cosas un instante
tras el nombre que les corresponde. Fue por eso, por ese
riguroso y tácito silencio,
que junté hombres y remos para darme al mar.
Lontano hoy por l de una pr que habl s un navic
Detrás del velo
riguroso de la luz, estricta generosidad de lo visible, dilatado, diurno manto de la historia, ni distancia ni contacto, el agua,
nunca
igual a lo que ha sido, siempre
diferente de sí misma, me fue llamando hacia un recuerdo que confundo en la memoria. Esta condena me impone: no saciarán mi sed sus aguas cadenciosas, ni el retorno podrá satisfacerme.
Esta condena me place, pues no siguen a los peces las gaviotas, sino al barco que se los promete.
y reunidos
son ya mis hombres y mis naves para darme al mar.
IX
Un resplandor sutil y pertinente en el cristal la revelaba.
La luz en su ventana recogía los últimos vestigios de la tarde.
En un instante pleno, en uno solo, todos mis recuerdos escaldaron sobre la sombra luminosa de su piel.
Un deslumbramiento interrumpía el animoso vértigo de su cornisa. Confundida ella con la noche,
la última noche que la vi.
Me ofreció una copa y luego otra. Con su nocturna voz me convidó la vaga enunciación de nuestras manos, la grave libertad de los que bailan y el reconocimiento del danzón.
Abrió para mí las capas rigurosas que la separaban de la luz.
En compartida luz vaciamos sus botellas.
La tristeza, que es la puerta más amplia del alma. La tristeza , madre de la comunión, la soberbia humildad de la tristeza, el más justo remedio nos donaba.
Todas las cosas bellas -me dijo- a las que tenemos acceso guardan de manera ineludible algo profundamente ines
Más tarde comprendí que no menda.
No mentía. Ni la oscura claridad que resbalaba por su frente ni el lapidario silencio de sus manos, me engañaban
Un recuerdo común (el patio de una casa, dos ventanas
contiguas el espacio abierto entre dos muros, la carde recortada y silenciosa) nos desterró de sí. En un olvido pleno, en uno solo,
como en un repentino resplandor, nos cobijamos. "Pero tú nada sabes de la muerte. No te ha corrompido a ti la edad ni el elogio de la vida. Todo lo que vive
guarda por rigor dijo- algo profundamente muerto
No, tú nada sabes de la vida, esa fragilidad de los sentidos
No hallarás línea alguna recta en el vasto volumen de la geometría de la noche". "No pisarás suelo
sino este". "Lo que en la tierra yerras me inculcaba-, en la tierra comprometes"
"No hay verso, por profundo, que no sane”.
Me tomó de la mano y dejó caer la copa ya vacía de su otra.
Me dijo que crecer era difícil . Me dijo que crecer era difícil la torpeza inexperta de mi mano la tomó bruscamente en la cintura. la experiencia sutil de su mirada me arrebato el albor de la memoria. Nuestros.
Pasos esquivaron las arrugas dilatadas en la alfombra de su sala. "En ellas duermen
-confesó- las coincidencias
que no supimos ver, los vagos y pueriles encuentros y reencuentros a los que no supimos dar su debido fragmento de importancia".
El Infierno está forjado con estos materiales.
La última noche que la vi, una tristeza roja, roja como el vino
que bebía, v aún más roja,
roja como el más oscuro negro de la noche, se insinuaba
quedamente en su vestido.
Hoy recuerdo mis manos imprecisas en sus exactos hombros.
Hasta mí regresan nuevamente
las arrugas cabales de su alfombra, la grave libertad de los que bailan y el reconocimiento del danzón.
Como al río entre sus dos orillas , nos dolía en dos cuerpos, misma herida.
Afuera se amargó la noche y comenzaba a escaldarse la mañana .
Una cupa me ofreció y luego otra, su mano ya vacía me ofreció y un último danzón.
REFERENCIAS:
https://circulodepoesia.com/2022/06/poesia-mexicana-juan-carlos-cabrera-pons/