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El Cantar de los Mudos: La Vida Light
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- Category: A • Letras
- Published: 08 Mayo 2017
- Por Miguel García
Despiertas, abres los ojos, los cierras, los vuelves a abrir, maldices un poco, miras el reloj de reojo, sabes que es momento de levantarte pero lo niegas, te evades, te aferras al confort de tu almohada sin importar los miles de millones de ácaros que succionan un poco de ti, piensas que la vida es un sueño, y tú quieres permanecer en él.
Estiras tus piernas cual gato perezoso pidiendo los cinco minutos de rigor. No llegarán. Sacas fuerzas de flaqueza y avientas tu mantita, hoy no puedes ser Linus van Pelt. Reiteras tus maldiciones mientras bostezas por vigésimo segunda vez. Agradeces a Dios... no, eso le gustaría a tu madre pero no lo haces. Enciendes la luz (y se hizo la luz y la vida no llegó a ti). Ya con la firme convicción de enfrentar tu jornada te vistes mientras desnudas tus sueños rotos, esos en los que te convertías en millonario por generación espontánea y te levantabas después de las tres de la tarde luego de una juerga con tequila, mujeres u hombres (según te apetezca), música y mucho, mucho, mucho buen viaje.
Tomas el café de todos los días, pan tostado, sin mantequilla (te estás cuidando), cereal de ese de la gallina, con leche deslactosada, tu estomago no da para leche verdadera, quisieras unos huevos con chorizo pero estás hasta la madre de lo mismo. Cepillas por acto reflejo tu dentadura, el cepillo pide a gritos su jubilación y hace un pobre trabajo, escupes mientras miras como se va el agua de la llave por el drenaje. Piensas que eres el chisguete de agua que se va lentamente por la cañería con millones de metros cúbicos de líquido de desperdicio, tú eres eso, desperdicio, piensas eso fugazmente. Te lo dice una voz en tu cabeza. Suena el eco, retumba, se repite. Lo evades como te evade la vida.
Te vas de casa con el sabor a dentífrico, ojala fuera el sabor de un beso largo y prolongado de esos que se roban un suspiro, pero no, tienes sabor a huevo, y sin chorizo.
Subes a tu poderoso automotor, Brasilia 88, todo un clásico. Arrancas. Arrancas de nueva cuenta. Maldices. Te acercas a Dios. Él te da la espalda. No quieres viajar en camión, pinche camión, pinches choferes. Pinche suerte. Cuando estás por darte por vencido, y correr, correr, correr, tu Brasilia no te abandona. Buena onda Brasilia.
Con los ánimos a la alza tomas camino hacia tu destino (hoy a ver si lo encuentras) encuentras el mismo desmadre de siempre, tráfico, calles grises, payasitos, vendedores de Bon Ice. Y en flash back, te encuentras. Miras por el retrovisor la primera plana de un diario barato amarillista, al lado de la encueratriz del día está tu foto. Qué pinches me pasó te preguntas. Se ve que te pusieron varios madrazos encima. Lees el encabezado. “Loco psicótico se echa al plato a compañeros de oficina”. Le echas un pitazo al voceador. Compras el diario. Mientras, intentas leer cómo te chingaste a los ojetes de tu oficina. Te orillas a la orilla. Qué pasó. Tú lo sabes.
Descubriste los que siempre supiste y eternamente ignoraste. Tú vida es un asco, y tú, mi gran amigo eres el único culpable.
Te dejaste. Te abandonaste. Caíste en un espiral sin escalas al abismo. Y ahí vas tú con tu mejor sonrisa a embarrar tu rostro en el concreto. Cuándo se fracturó tu enclenque existencia.
Cuando tu padre no te compró el pony. Cuando tus genes peleaban por tener un poco más de carácter, (para no ser un hijo de puta), un poco más de personalidad, un poco más de soltura, un poco más de valentía, un poco más carisma, un poco más de talento, un poco más de eso y de todo y lo lograron eso eres, pero con la cantidad mínima requerida para superar las pruebas de la inmisericorde vida y su club de hijos preferidos donde tú no calificas. Entonces, a qué te sabe la vida cuando todo lo que te haz propuesto ha fracasado. Tu vida. Tu muerte. Tu amor. Tu desamor. Tu victoria. Tu traición.
¿A qué saben las palabras? ¿A qué te saben a ti que eres palabra? ¿A qué te saben palabra, la conjunción interminable de letras? A vida. Somos la palabra que da ser, nos construimos con los escombros del lenguaje que nunca muere, testigo de todos los tiempos. Pero tú, tu vida no es más que eso.
Lees. Lees. Vuelves a leer. Te regresas. Vuelves a leer. Loco burócrata cansado de una vida de mierda intenta suicidarse en oficina, intenta darle una lección al sistema por oprimir a los trabajadores, no lo logra, fracasa en el intento y asesina a compañeros de oficina por ignorarlo en mítica muerte.
Esa es tu vida. Un despertar con su eterna derrota en la que no sabes que hacer con cada instante de vida que se te ha regalado, te unes a la moda light y entonces a todo le quitas lo sustancial, las cosas reales, y enteras pueden matarte; medio vives, medio trabajas, medio te realizas, medio descansas, medio sonríes, medio eres feliz, medio amas, medio haces el amor.
Y en ese punto intermedio, donde nadie que quiere estar, estás tú, y como a los indecisos los escupimos, a ti la vida la vida te ha escupido, y en este momento te das cuenta cuando tu vida es una bomba de tiempo que te estalla en las manos.
Miguel García Conejo
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