El plantearnos la pregunta de ¿las cosas podrían volver a ser como antes?

Busca una respuesta que implique la mejoría del escenario donde los tiempos oscuros jamás sucedieron, el drama en nuestras vidas puede ser reducido pero no es evitable.

La idea de enaltecer nuestras heridas y rupturas es algo no muy común en nuestra cultura, pero es representada de una manera en verdad poética con el arte japonés del kintsugi, significa “carpintería dorada”.
Su fama está en reparar objetos quebrados con oro, creando un producto que es aun más bello que el original, hay gente que incluso rompe sus pertenencias a voluntad con el objetivo de repararlo con esta técnica.
El concepto de esto sale de la filosofía Wabi Sabi que es contraria a la idea occidental sobre que la belleza se encuentra en la simetría o geometría, va más por los conceptos budistas de existencias fugaces e imperfección, el emplear esta técnica no representa el final de la vida del objeto sino, un momento clave en su historia, no escondemos la imperfección, la enaltecemos.
Reparar requiere de transformación y reconocimiento de que algo se quebró, tras enfrentar esta catarsis podemos llegar a la conclusión de que quizás lo perínclita es menos hermoso que lo quebrado, nuestra propia silueta es imposible de ver sino hasta que es delineada por fracturas.
Con lo que me quedo del Kintsugi es que nuestros errores y fracturas nos pueden convertir en mejores personas, estar quebrado o haber cometido errores no te convierten en una mala persona simplemente te convierten en una persona, como dije al principio, el dolor es algo inevitable pero podemos aprender de él.
Desde mi perspectiva podemos ser buenas personas gracias a nuestras fracturas y no a pesar de ellos.

Quiero cerrar compartiéndoles algo que dijo Hemingway en el “Adiós a las armas”:
El mundo nos rompe a todos, y después, muchos son fuertes en los lugares rotos.