Adicción Música
Falleció Edwin Hawkins, la estrella del góspel
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- Published: 16 Enero 2018
El día de ayer, el mundo estaba conmocionado por la muerte de la vocalista de The Cranberries, lamentablemente, ella no fue la única que dejó atrás este mundo.
Edwin Reuben Hawkins, músico de góspel de 74 años, falleció el lunes 15 de enero en su casa de California, víctima de un cáncer de páncreas. Al frente de lo que luego se conocería como los Edwin Hawkins Singers, grabó en 1968 una jubilosa versión del himno Oh happy day que fue un enorme éxito al año siguiente.
Tiene el góspel una curiosa posición en la industria de la música: funciona por su cuenta, con discográficas y emisoras especializadas, habitualmente ignoradas por los grandes medios. Sin embargo, sus estilemas son omnipresentes: los melismas que ganan aplausos en los concursos de talentos televisivos suelen proceder de artistas formados en iglesias donde se honra a Dios con una expresión arrebatada. Fuera de su circuito natural, el auténtico góspel solo saca su cabeza como atracción para turistas o excusa para ciclos navideños. Sin embargo, ocasionalmente se produce el milagro, nunca mejor dicho, y llega al gran público.
Así ocurrió con Oh happy day, un himno con raíces en el siglo XVIII, convertido con el paso del tiempo en una crónica de redención: “feliz día cuando Jesucristo lavó mis pecados”. Nacido en Oakland en 1943, Edwin Hawkins cantaba desde niño y se profesionalizó como músico religioso. En compañía de la vocalista Betty Watson, fundó en 1967 el Coro Juvenil del Norte del Estado de California, basado en Berkeley. Hawkins deseaba renovar los arreglos, acercándolos al soul contemporáneo. Pretendía conectar con los oyentes desprejuiciados de la ciudad universitaria: sin renunciar a las túnicas, sus cantantes podían usar ropa de calle e incluso peinados afro.
Con su piano en primer plano, Hawkins dejaba el micro a varios vocalistas, a los que respondía el resto del grupo con gozosa potencia. Oh happy day era una de las ocho canciones que grabaron en 1968 para su primer LP, Let us go into the House of the Lord, registrado en la pentecostal Iglesia de Dios en Cristo de Berkeley, con un magnetofón de dos pistas. Hawkins encargó mil copias para vender en sus actuaciones. Por intermedio de un aficionado, un ejemplar cayó en manos de Tom Donahue, locutor de San Francisco que defendía la free form, una radio donde cabían todas las músicas.
Donahue pinchó Oh happy day y sus oyentes respondieron positivamente; dentro del movimiento hippy había un sector –los Jesus freaks- que simpatizaban con el cristianismo originario. También sonó en otras emisoras californianas que pudieron hacerse con el disco. Tan insólito fenómeno llegó a oídos del sello neoyorquino Buddah Records, que en 1969 compró los derechos del álbum y fichó a los Edwin Hawkins Singers como artistas exclusivos.
Oh happy day resultó un éxito universal. Y abrió un nuevo territorio a músicos pop con las antenas bien puestas: Paul Simon indagó en el góspel y así destiló el mayor éxito de Simon & Garfunkel, Bridge over troubled waters; George Harrison se sintió inspirado por la exuberancia de Oh happy day para escribir su My sweet Lord.
Aunque se suele considerar a los Edwin Hawkins Singers como paradigma del grupo de un solo éxito, en 1970 volvieron a la zona alta de las listas como acompañantes de otra artista de Buddah, Melanie Safka: su Lay down (candles in the rain) retrataba los sentimientos de la cantautora tras su actuación en el festival de Woodstock.
Fracasaron los siguientes intentos de llegar al mainstream, con versiones de Ooh child o la dylaniana Blowing in the wind. De todos modos, el fenomenal impacto de Oh happy day les permitió girar y grabar hasta bien entrados los años ochenta. Del coro salieron figuras como Dorothy Combs Morrison y Odia Coates; Hawkins pasaría a dirigir otra