La compañía de Elon Musk llevó a cabo una expedición de prueba con uno de los cohetes más poderosos que se han fabricado, el Starship, diseñado para transportar tripulaciones completas. La misión estaba destinada a Marte y la Luna y era la segunda prueba en el proceso. Sin embargo, el lanzamiento previsto para el lunes fue abortado debido a problemas en la presurización de la nave. La prueba del jueves también terminó en fracaso, ya que el cohete explotó pocos minutos después de despegar.

El Starship tenía una altura de 50 metros y estaba montado en el cohete Super Heavy de 230 metros de alto. La nave podía movilizar hasta 150 toneladas métricas reutilizables y 250 sustituibles, y contaba con seis motores propios. La NASA había elegido este cohete para transportar astronautas en dos años.

Elon Musk ya había advertido sobre los riesgos del vuelo, diciendo que había un millón de formas en que el cohete podría fallar, ya que se trataba del primer lanzamiento de una nave gigante y compleja. Aunque la inversión en el desarrollo del Starship fue de alrededor de 2000 millones de dólares, se esperaba que los avances de la expedición permitieran recuperar esa inversión. Se esperaba que el vuelo durara aproximadamente una hora y media antes de que la nave se sumergiera en el Océano Pacífico para su reutilización.