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El fútbol de las mazahuas que juega en contra del machismo

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Guadalupe García dejaba listas las tortillas hechas con sus propias manos. La adolescente también debía barrer el patio de su hogar para después escaparse a jugar fútbol, una actividad clandestina para las mujeres de las comunidades mazahuas. Este pueblo indígena del Estado de México se escandalizaba si las niñas vestían unos pantaloncillos y chutaban con el balón, hasta que Lupita, como le dicen, fundó la primera selección mazahua de fútbol.

“Los hombres de mi comunidad me decían que me iba de loca, que iba a perder el tiempo. La comunidad te señala. Te chiflan como si ponernos un short fuera para agradarles”, menciona García, quien nació en San Juan Coajomulco, una comunidad en el municipio de Jocotitlán, en el Estado de México, la entidad azotada por un incontable número de feminicidios y agresiones hacia las mujeres.

 “Lo que hacemos es empoderar liderazgos femeninos con niñas a partir del fútbol. Utilizamos al fútbol como un medio para la promoción y defensa de los derechos humanos de las niñas mazahuas”, explica mientras planifica un juego amistoso. Ella, junto con otras dos mujeres, recluta niñas menores de 15 años en siete municipios pertenecientes a la comunidad mazahua para entrenar.

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Las costumbres rígidas en la cuna mazahua de México dictan a sus mujeres “obedecer, callar y aprender a hacer las cosas que nos indican en las casas”; sin embargo, en cada una de las comunidades los contextos son distintos y varía el nivel de la opresión hacia ellas. “Conozco a algunas chicas que no las dejan jugar, dicen que no es para mujeres, que solo están para las tareas del hogar. Cuando las ven jugando les dicen que se vayan a lavar la ropa”, comenta Maye Álvarez de 16 años.

Las futbolistas mazahuas se han ganado el reconocimiento de su comunidad, el primer reto en una sociedad machista. Cuatro de ellas han logrado obtener becas académicas y deportivas, como lo es Yokary González, quien a partir de su habilidad con una pelota puede estudiar en Toluca, la capital del Estado mexiquense. “El proyecto no sólo impacta a las niñas, sino también a sus familias. Se vuelven un referente de éxito para toda la comunidad”, asegura Lupita García y explica que su organización se mantiene de donaciones y eso ha detenido la expansión de su equipo.

“Nuestro objetivo es que las compañeras se muevan, sientan el sudor, la adrenalina. Cuando entran al campo son ellas mismas, ahí se reconocen como dueñas de su cuerpo”, comenta la mujer que se rebeló. Las chicas mazahuas juegan al fútbol como un acto de protesta en un terreno con el pasto quemado por el sol. En lugar de vallas de publicidad hay una colección de grandes piedras y unos espinosos cactáceos. Las deportistas de Mulyd juegan contra un conjunto representativo del municipio de Jocotitlán. El juego es anárquico. Lo vencen 4-1 las pupilas de García, pero eso poco importa, lo que quieren es ganar el derecho a patear un balón.

Con información de: https://elpais.com/deportes/2017/05/08/actualidad/1494275262_950052.html?fbclid=IwAR2Er6K7xecFOeaD2X70Wz6PbD3nrkdYleaRSh3sBsOy1Tb14v8zx7ilFv4