Adicción Noticias

La publicidad abraza la causa ecológica

1553966728 674605 1553967416 noticia normal recorte1

 La publicidad ya no solo aspira a vender un producto. Quiere hacer reflexionar a los consumidores y también a las marcas. Cada vez son más las que abrazan la causa del reciclaje y la sostenibilidad. Los bancos o las grandes corporaciones de energía hablan de proyectos que aseguren las necesidades del presente sin comprometer el futuro y las multinacionales que fabrican las zapatillas enfatizan que el material que utilizan procede de plásticos rescatados de los océanos.

Son campañas con mensaje social. Como Sé más viejo, la promoción ideada por la agencia China para la marca de moda Adolfo Domínguez, que este sábado recibió el gran premio Club de Creativos en una gala celebrada en el Kursaal de San Sebastián como cierre de la 20ª edición, organizada en colaboración con Facebook. Esta campaña reivindica la esencia de Adolfo Domínguez como "firma de moda de autor, apostando por la sostenibilidad de lo duradero y el estilo frente al fast fashion y apelando a la sabiduría que aporta la vejez", según el fallo del jurado, presidido por Alfonso Marián.

Desde los tiempos de "la arruga es bella", la compañía "ha sabido construir sobre una coherente trayectoria un posicionamiento que establece cómo debe ser nuestra relación con la moda en un mundo cada vez más necesitado del compromiso individual con la sostenibilidad", afirmó Marián. Sobre retratos de personas de avanzada edad, los carteles proclaman: "Sostenible es comprar una falda que te dure 10 años", "los viejos saben de estilo, no de modas" o "cuatro camisas pueden ser suficientes camisas".

La ecología, el medio ambiente y la defensa del planeta están en boca de los creativos publicitarios. "La gente espera más de las marcas para cambiar el mundo que de los Gobiernos. Todos hemos adquirido un gran escepticismo hacia los políticos", sentenció Eva Santos, directora general creativa de la agencia Proximity, durante uno de los debates de este certamen.

 

Fuente: El País