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Hasta siempre Umberto Eco

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Umberto Eco (1932-2016) fue un escritor y filósofo italiano, integrado en el género de la novela y el ensayo; es además un experto en semiótica y un gran comunicólogo. Eco, que comenzó a publicar sus obras narrativas a una edad ya madura, conoció el éxito del público internacional gracias a su novela histórica “El Nombre de la Rosa” (1980) cuya especie de fábula de detectives monacales en la Edad Media ha sido traducida en muchos idiomas y también llevada a la gran pantalla en 1986. Murió el 19 de febrero de 2016 a los 84 años en su propia habitación.

Otras de sus novelas más famosas son: “El péndulo de Foucault” (1988), “La Isla del Día de antes” (1994), Baudolino (2000) y una de sus obras más recientes, “El cementerio de Praga” (2010).

Este pensador de nuestro tiempo ha obtenido multitud de reconocimientos, entre ellos es Doctor Honoris Causa por treinta y ocho universidades de todo el mundo. También recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010.

Les dejamos con sus frases más célebres:

“Los libros se respetan usándolos, no dejándolos en paz”.

“El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee”.

“Hacer una tesis significa divertirse y la tesis es como el cerdo, en ella todo tiene provecho”.

“Los objetos están semánticamente desgastados antes que su materialidad”.

“Hay libros que son para el público, y libros que hacen su propio público”.

“Hoy no salir en televisión es un signo de elegancia”.

“El autor debería morirse después de haber escrito su obra. Para allanarle el camino al texto”.

“Adoro a los gatos. Son de las pocas criaturas que no se dejan explotar por sus dueños”.

“Los libros son esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera”.

Tomado/robado de muyinterante.com

“Nada consuela más al novelista que descubrir lecturas que no se le habían ocurrido y que los lectores le sugieren”.

“Nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración”.

“El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, si no, ¿para qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar interpretaciones?”.