Tabú de los tatuajes en las mujeres.

Tatuaje feminista

En investigaciones se ha encontrado que los pueblos primitivos grababan en su piel la forma del animal más temido, para evitar tener malos encuentros con él.

Los egipcios ya se tatuaban hace 4.000 mil años. Las sacerdotisas de la vaca sagrada Hator, tatuaban su bajo vientre, y son numerosas las momias halladas en excavaciones arqueológicas con tatuajes de todo tipo.

También los asirios y los fenicios echaron mano de estas prácticas. Se tatuaban la frente con signos alusivos a la divinidad, uso religioso que se prolongó a lo largo de los siglos y que todavía perduraba en Italia a principios del XX.

Las mujeres bretonas se tatuaban la piel, y los hombres de Bretaña que luchaban contra Julio César, se teñían de azul con la hierba pastel.

Cuando los españoles llegaron a las Islas Canarias, los guanches usaban las llamadas pintaderas a manera de sellos, para estamparse repetidas series de dibujos en la piel. Lo mismo sucedió cuando llegaron a México.

El tatuaje fue redescubierto en Europa, cuando la expedición inglesa al mando del capitán James Cook, regresó a Londres en 1769. Volvía de Tahití y con él llebaban la palabra tattu, de origen polinesio, y una serie de aborígenes con el cuerpo repleto de tatuajes y que fueron exhibidos en la capital inglesa como atracción en barracas de feria.

Pero si, esto era signo externo de la gente de clase baja y en la Roma clásica, también surgió la moda del tatuaje artístico entre los elegantes de la sociedad aristocrática europea.

La emperatriz austriaca Isabel, esposa de Francisco José I, llamada Sissí, usaba tatuajes alusivos a su alto rango. También el príncipe heredero de la corona austrohúngara.

Los nazis en sus campos de concentración lo utilizaron y los soviéticos en sus gulags siberianos.

Un uso muy frecuente entre los primeros cristianos tatuarse la cruz o el monograma de Cristo, y a pesar de que los Padres de la Iglesia y sucesivos concilios se opusieron a tales usos, éstos se prolongaron a lo largo de los siglos. En los aledaños del templo de Jerusalén los caballeros cristianos se tatuaban con motivos religioso-caballerescos.

La mafia japonesa tendía a tatuar a sus matones. El tatuaje oriental tiene que ver con la violencia y la guerra; también entre los polinesios.

Entre los marineros se cree que tatuarse protege de malos espíritus, aunque es más probable que el origen de tales tatuajes tenga que ver con la necesidad de reconocer los cadáveres tras su desaparición en el mar.

Así que la relación entre las mujeres y los tatuajes empezó mucho antes de lo que uno podría pensar. Independientemente de los antepasados a Nora Hildebrandt, quien nació en 1857 se le conoce como la primera mujer tatuada en ser una atracción de circo. Por aquel entonces, los tatuajes eran una rareza y las mujeres tatuadas además siempre estaban envueltas en extrañas historias como por ejemplo sobre indios que las capturaban y las forzaban a tatuarse. 

En un momento en el que el tatuaje estaba reservado exclusivamente para marineros y vagabundos.

Posteriormente Betty Broadbent pidió que el tatuaje se viera como un arte y no como algo reservado a las clases más repudiadas de la sociedad, ayudando a que mujeres que compartían su misma pasión pudieran dar la cara y dejar de esconderse, en los años 30’s.

Hoy en día el mundo del tattoo cuenta con artistas corporales femeninas con multitud de galardones a sus espaldas y cientos de personas queriendo hacer cola para poder marcar sus cuerpos bajo la atenta mirada de grandes tatuadoras como Kat Von DSarah Miller o IvanaMujeres que han convertido su cuerpo en un templo de sentimientos y arte como Katy Gold o Vinila Von Bismark.

Un mundo que gracias a la lucha de mujeres adelantadas a su tiempo como Nora, Maud, Betty, Bobbie Libarry y muchas más, consiguieron que el tatuaje femenino dejara tras de sí, ese sentimiento de monstruo de circo para verse como el arte que es.}

Los estereotipos de belleza, los cánones corporales, operan con mayor presión sobre los cuerpos femeninos que sobre los cuerpos hombres.

El tatuaje es un discurso individual con capacidad para construir o reforzar subjetividades, como una posibilidad de construcción de nuevas identidades corpóreas.

Si este empoderamiento corporal tiene su base en la consideración de que el cuerpo puede ser la base de revoluciones en contra de los estereotipos y las rígidas expectativas sociales, entonces el tatuaje podría ser leído como una herramienta de resistencia y reapropiación del territorio corporal.

El tatuaje, de alguna manera, saca a los cuerpos de las lógicas capitalistas y homogeneizadoras de la sociedad occidental. Los ideales de belleza forman parte de un sistema sexista y vigilante, y su subversión conlleva liberación y sensación de control sobre la propia vida y el propio cuerpo. Son un pacto con nuestro cuerpo que nos devuelve la sensación de que éste, realmente, nos pertenece.

Entonces es sacar a los cuerpos de las lógicas de la estética, la belleza, los estereotipos, el mundo del tatuaje visto como “masculino”, el envejecimiento, la maternidad, el entorno laboral, la simbología, la moda y el consumo. Es reinventar y reescribir la identidad; algo que se resume a un giro optimista en la teoría feminista.

Revolución feminista corporal a través del tatuaje, es una revolución grabada en la piel.

Fuente: curiosfera-historia.com     y     e-archivo.uc3m.es