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Reloj de bolsillo

Reloj de bolsillo

Un hombre despierta y lo primero que observa es el paisaje que le rodea; sus ojos desorbitados intentan buscar algo sin saber qué, pero me encuentra. Lo siento cálido, calmado, me mira fijamente varios segundos sin darse cuenta del tumulto que ha logrado reunir en unos minutos.

Sigue viéndome con detenimiento recostado en la vía…

-¡Hugo!,¡Hugo!- la voz lo altera un poco.

-Recuerda que se nos hace tarde

-Sí, sí… claro.

Enseguida la gente se aparta como si aquel hombre tuviera sarna, en vez de haber sufrido un accidente.

-¡Ya levántate!

-¡Ya voy carajo!, sólo dame un segundo.

-¡Mira tu reloj!

Por primera vez ignora lo que escucha. Me busca, pero no me encuentra, se incorpora y cae en cuenta; no tiene idea de qué hacía en el suelo.

-¡Ya es tarde, ya es tarde, ya es tarde!

El humano mira su reloj de bolsillo, artefacto viejo heredado de su abuelo. La voz tiene razón; ya es tarde. Sacude su pantalón y camina, tal parece que el carro no le hizo daño.

-¡Hugo!

-¿Qué?

-¿Eso viene con nosotros?

Puedo notar su confusión, al fin contesta.

-¿Tú también lo ves?

Aún no termina de cruzar la calle y la multitud lo mira con miedo, sin embargo Hugo y compañía prosiguen su camino. Y yo con ellos.

-¿Hugo qué es eso?

-¿Por qué no se lo preguntas tú?

-¡Oye tú, cosa! ¿Qué eres? 

Me limito a sonreír y el silencio se hace música.

Seguimos el trayecto hacia un lugar que el sujeto conoce de memoria; primero una vuelta a la izquierda, una a la derecha, tres cuadras más a la izquierda, finalmente llegamos a una pequeña privada. Paramos en la segunda casa, la puetta es metálica, de color blanco y paredes mal pintadas

-Es tiempo Hugo. ¡Toca!

-Ya voy

-¡Toca ya!

-¿Qué… qué tan tarde es?

-Ya casi es hora

La puerta sonó desesperada.

-¡Janet abre, se que están aquí!

La puerta volvió a estremecerse hasta que alguien abrió.

un canto suave llegó a mi.

-¿Hugo?, ¿qué haces aquí?, ¿estás bien?

-Janet debemos irnos el tiempo se acaba.

-¿De qué hablas?

La mujer lo invita a pasar a pesar de saber que la demencia y desesperación de Hugo nunca lleva a nada bueno, más conoce esos arranques de histeria…

-Ponte cómodo. ¿Quieres un café, agua, algo?

Los niños se paran en el pequeño corredor y lo miran.

-No gracias… el tiempo se acaba.

-¿Qué?

-Janet el tiempo se acaba. Esta última semana…- él duda mientras me ve sonreír por segunda vez en el día, pero toma valor y sigue.

-He escuchado una voz, al principio pensé que era un sueño, que tenía una crisis nerviosa, pensé que estaba loco.

-Hugo ella piensa- la voz calla para ver el efecto, evidentemente se divierte como yo, resuelve con desagrado.

-Te mira con desprecio, no confía en ti, te tiene miedo.

-¡Cállate!

Hugo grita mientras Janet permanece quieta.

-Hugo no me asustes.

-mujer déjame terminar por favor. Esa odiosa voz me repite que es tarde, que mi vida se termina, que no veré a nuestros hijos crecer, eres un bueno para nada, no pudiste retenerla, esos niños ni son tuyos… Día y noche. Necesita detenerla ayudarme el tiempo se agota.

-Te lo dije no le importas, mira sus manos esconde algo, u  cuchillo tal vez ella quiere matarte va a matarte.

 tuvo efecto el humano esquiva el abrazo y lo contempla ensimismado la dulce y temblorosa voz de Janett termina el encanto.

-¿Hugo?

-Dime.

-¿No esta en nada malo verdad?

-Acabo de contartelo todo. Ayuda.

-¿Cómo?

La expresión del hombre cambia

-Tenemos que huir.

-¿Huir?, ¿A donde y con que dinero?

-Solo así repondré todo el tiempo perdido.

Un canto agudo atraviesa la mente del incauto.

-Te trata como retrasado, ¿Esa es la mujer con la que esperas recuperarlo todo? Seria mejor si toma su tiempo. ¿No?, con sus años de vida te daría tiempo suficiente para reconstruirte.

-¿Hugo?, ¿Hugo?, ¡Reacciona por favor! -interrumpe Janet el monologo que no logra escuchar.

-Ella te lo quito todo; tu tiempo, dinero, hijos, la ilusión de una familia que nunca tuviste, tu salud,  a tus amantes, tu trabajo y virilidad.

-¡Cállate!

la mujer le ofrece una pastilla y un vaso de agua, los niños miran.

-Eso es lo que quiere; acabarte, ridiculizarte, seguramente piensa que sigues siendo el mismo hombre, aunque yo dudo que seas uno.

-¡Soy un hombre!

-¡Mátalos! 

-¡No!

-Anda indigente, bueno para nada, reclama lo que es tuyo.

-¡No!

El ambiente se tensa, ella corre al teléfono, él saca su ¨45¨. La mujer se quiebra 

-¡Te lo suplico, piensa las cosas!

-¿Pensar?, por Dios lo único que quiero es que me ayudes.

-¡Baja eso por favor!, los niños…

Logro percibir el sonido del reloj de bolsillo y me alegro. Los niños no pueden ver nada desde el pasillo, pero siento su miedo, en la cocina la mujer llora desconsolada, Hugo respira fuerte y un resoplido agudo retumba en el lugar.

-¡Dile que se calle o los vera morir!

Hugo no dirá nada esta vez, vive fuera de sí. El primer boom llega y es para la pequeña, voy a ella, me inclino un poco y tomo de sus ojos una sustancia blanca, la guardo con cuidado a la cartera y regreso a la cocina. El segundo disparo sale por accidente pero da justo en el corazón, hago el mismo procedimiento.

-Bien hecho hombrecito, solo falta aquel.

Hugo reacciona y voltea, pero el niño lo provoca… Apunta… La voz ríe a carcajadas, mientras él me pregunta.

-¿Qué eres?

El tercer boom hace que el tipo caiga. Tomo su arma y le susurro.

-Ya no habrá más voces que escuchar.

Una vocecita me conmueve.

-¿Qué eres?

-Soy un recolector.

El reloj de bolsillo deja de sonar.

Texto original:FRIDA GARCÍA ORTIZ