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El mar tiene la última palabra

Varda

Hay tres palabras que le importan a Agnès Varda, la inspiración, la creación y compartir; la inspiración es cuando haces una película, el motivo, las ideas, las circunstancias y el suceso que motiva al deseo de hacer esa cinta. Creación es como haces la película, la edición, el montaje, el color, la creación es trabajo, y la última es compartir, no haces una película para quedártela para ti mismo, haces una película para mostrarla. Esas son las tres palabras que la guiaron a lo largo de toda su filmografía.

 Apodada por algunos críticos de cine como “La abuela de la nueva ola” y una de las pioneras del cine hecho por mujeres y el feminismo como movimiento social.
Al hablar de su obra, señala el crítico Sergio Fernández Pinilla en “El universo de Agnès Varda” lo siguiente:

"La combinación de la textura documental con un desarrollo narrativo (tan utilizado en el cine realista actual) puede ser el rasgo más característico de su extensa obra, lo mismo que la irrupción de la subjetividad del autor (por medio de la voz en off, de la presencia física, del metalenguaje) en el universo objetivo que se retrata”

Una directora que siempre grabó lo que amaba, es decir, lo humano, imaginando la edición de lo que filmaba justo en el momento de la realización, creó una cuarentena de obras que radicaban entre cortometrajes, documentales y largos ficción, tomó parte como fotógrafa, escritora y definió junto con el MOMA el término de “Video Arte”.
Le encantaba capturar detalles de la realidad que le circundaba y mezclarlos con la ficción, su mayor objetivo era la comunión entre lo documental con lo inventado por su pluma, su filmografía es un rezo para validar el subconsciente y compartirlo, dejando detrás la subjetividad del campo mismo al legitimarlo con la objetividad de lo real, usando al tiempo y la geografía como los portales a dichos lugares internándonos en una cinta solo lo suficiente como para periódicamente recordarnos que estamos apreciando un film, distanciándonos y acercándonos a la vez.

Varda y los movimientos sociales

“I grew up in the streets, and writing on the wall was just a way of life. Everyone wrote their name one time or another, one evening I came home and saw my brother in the alley, just laying in blood, he was about sixteen years old, he had been jumped by a rival gang, just laying there in blood, the gang was just from across the bridge, on my way to the hospital, I collected all this images, and different this just passing through my head and decided that a way of possibly getting my revenge, it would be through art, walls, music, performances, it was just a different way of expressing this pressure that you feel inside, violence was my motor, and al lot of my friends have died, and now it’s happening all over, it is like a never ending message.”

En su obra “Murals murals”, le daría visibilidad ante una videocámara los artistas callejeros de los ángeles que pintaban su dolor, Varda siempre apoyó a hacer notar las causas de otras personas.
Filmó y fotografió el movimiento de los Black Panthers en 1968 cuando se manifestaban fuera del reclusorio donde su líder Huey Newton había sido encarcelado, estando ahí también observaría que este no era un movimiento meramente racial, sino que, también era feminista.

Declaró su posición a favor de el aborto en varias ocasiones y marchó bajo diferentes banderas en distintos países, comulgó con los textos de Engels y Marx pensaba que ahora, en las familias, el hombre es el burgués y la mujer el proletariado.
En su cinta Vagabond, quería retratar a la libertad y suciedad, se interesó por un sector de la sociedad emergente en los años sesenta y es así que acompañamos a Mona, una adolescente que solo es mantenida viva por su ira, nos es descrita por las personas con quienes se encuentra y su trato hacia ella, la observamos caminar hacia la muerte; esta cinta con una estructura puntual y precisa es en su centro, un plano secuencia interrumpido y segmentado hilado por elementos u objetos locales al principio y final de cada uno, conectándolos a su vez entre ellos, cada una de estas secuencias aparece en cuanto diez minutos han transcurrido desde la aparición de el último, un retrato del paria contemporáneo y su fatídico final propulsado parcialmente por su segregación.

Agnès y su romance con lo espontáneo

La directora cuenta que un día de esos que pasó en los Estados Unidos de América, detendría el coche ante una lavandería, ahí comenzaría a filmar desde la venta de su vehículo a una señora, sentada de espaldas ante el cristal, mientras esperaba que su ropa estuviera lista, jugaba lentamente metiendo sus dedos entre su grasoso cabello, con la luz y el color preciso, habría de captar un momento de extrema soledad y sensualidad inesperada.

En Cléo from 5 to 7, conocemos a una mujer a quien se le notificaría por medio de una bruja su muerte a causa de cáncer (cosa que no es fija puesto que la muerte, en el Tarot representa el símbolo de el cambio), estamos con ella noventa minutos de su vida y experimentamos los dos tiempos que explicaría Agnès como el subjetivo y objetivo; el tiempo pasa diferente cuando experimentas un duelo o te diviertes, puede ser eterno o efímero y el objetivo hace referencia al mecánico, uno con el que no se puede discutir, los minutos, horas y segundos. Para que tengamos presente el tiempo objetivo, Agnès colocó varios relojes donde pudiéramos percibirlo.

Volviendo a su fascinación por lo espontáneo, en esta cinta existe un ejemplo muy claro de ello, grabaron a la actriz recorrer las calles necesarias para llegar a los puntos escritos, filmaron cada paso, no no jugaron con la distancia ni la geografía (algo usual en este arte) y a lo largo de ese trayecto se encontraron con un mago callejero, se detuvieron ahí y grabaron improvisadamente el momento, puesto que en lo espontáneo está lo humano, ya sea una mujer en una lavandería o un hombre haciendo trucos para ganarse el día en París, lo humano estaría ocurriendo y Varda estaría ahí para filmarlo, es una búsqueda de lo real, esa relación con la espontaneidad es la adición de momentos irrepetibles capturados por el lente, después de estos momentos se volvía a la historia a filmar en cuestión.

Esto también es parte de su creencia de que el arte debía ser gratuito y estar al alcance de todos.

Agnès y lo sensorial

“Como empieza una película, a veces la vida lo decide” diría Varda refiriéndose a la cinta con el título de Jacquot de Nantes (1991), cuando su esposo Jacques Demy (otro cineasta que formó parte de la nueva ola y produjo para Hollywood un par de películas, se cree popularmente que era el más optimista de el grupo) estaba enfermo, comenzó a escribir sus memorias, ocasionalmente se las mostraba y le decía que sería una excelente película, le pidió que la produjera ella, que él ya estaba muy cansada. Entonces escribió el guion de la infancia de Jacques Demy, grabaron en el taller mecánico, todo estaba como se lo había descrito su esposo, desarrolló la narración desde perspectivas diferentes, con montaje en blanco y negro al estilo de 1930, para contar la historia de su infancia, y después entra otra película dentro de esta, cuadros a color con primeros planos de su amado, quería estar lo más cerca posible y por eso realizó los acercamientos.

Algunos críticos creen que la película es para detener el tiempo, para negar a la muerte. A lo que Agnès eventualmente respondería:
“No, no lo veo así, no es para detener el tiempo. Es para acompañar al tiempo. La cinta acompaña a Jacques mientras muere, mientras recuerda su infancia.”

En esta película entendemos que Agnès entiende al mundo como una construcción de la percepción. Por definición cada uno de nosotros existe en un mundo diferente y aun así coexistimos entre nuestros semejantes, y llegamos a una yuxtaposición, esto diferenciaría a Varda de directores como Godard, quienes trabajarían con un solo concepto por cinta para definirlo a su totalidad, Varda en cambio coloca preceptos que se encuentran en los lados opuestos del espectro y los hace relacionarse, los define mediante esa yuxtaposición visual y auditiva para al final, reconciliarlos.

Varda propone mediante su obra que es mediante la integración de los términos propuestos que se llega a la armonía auténtica, esto explica e igual manera porque la directora camina entre la delgada linea entre la realidad y ficción, valida lo subjetivo con lo objetivo, su obra es una síntesis entre la realidad y el arte.

Varda y la melancolía

“Sí abriéramos a las personas encontraríamos paisajes, si me abriéramos a mí, encontraríamos playas.
- Agnès Varda en “Varda por Agnès”
La francesa ganadora de el “César al mejor cortometraje documental en 1984, nació en la cuna de uno de los países que acuñaría la filosofía contemporánea, esto le permitió llegar a una de sus conclusiones más grandes, somos como nos percibe el otro, nuestro propio legado es la elección de el resto, es su percepción sobre como fuimos, es su verdad.

Y la búsqueda por la verdad es una cuestión solitaria y melancólica, por eso captura tantos momentos irrepetibles y los valora, Agnès es la cuidadora de la memoria y la historia.
Un ejemplo de esto fue cuando volvió a Pointe Courte, donde hizo su primera película y aprendió a trabajar con lo que tenía. Quería vincular una memoria a la cinta, crear una emoción en el presente, de modo que construyó una carreta donde proyectaría la cinta referida que elaboró con su difunto amigo, Philippe Noiret, empujando las ruedas estarían ella, los hijos y esposa del antiguo fotógrafo, caminando y mirando por primera vez, lo que miró su padre, recorrieron juntos los lugares por los que sucedió la película en el año de 1954 y por un momento estuvieron ahí.

El arte se mueve más allá de las culturas, los países, las nacionalidades, religiones y edades, y su cine es universal, retrata las experiencias sensoriales de un grupo de personas creado por su imaginación pero le acompaña siempre de las acciones del cotidiano, por esto es fácil entender su obra, porque no es un monólogo de un autor, es una invitación a un diálogo, nosotros estamos ahí y compartimos su tiempo subjetivo y objetivo, Varda platica con nosotros desde su pasado en nuestro presente y nos orilla a hacer catárticamente lo mismo.

Lo humano es el corazón de su trabajo y trabajó con nuestras dualidades sociales e internas, su cine no fue uno de soluciones, es de la captura de lo que fue y no volverá a ser, Agnès busca en la unión entre el pasado y el presente el propósito del futuro.

El mar tiene la última palabra.

Agnès Varda es una de las personas que han entendido a la cinematografía, siempre con una fascinación por la contemplación al igual que los primero cineastas y su amor por lo documental, entender a esta directora, es entender al alma del cine mismo, y usar el arte de la mejor manera, haciendo un homenaje a la vida.

Varda me recuerda a otro artista que dedicaría su existencia a lo mismo que ella unos siglos antes y que moriría en el país que la vio nacer, Francisco José de Goya y Lucientes, ambos defensores incansables de los que pierden, de todas las partes de la sociedad que han sido ignoradas y segregadas, de las personas que nos hemos alejado lo suficiente como para olvidar que son verdad. Goya con sus pinceladas y Varda desde el séptimo arte, velaron por el “otro”, y es desde esa “otredad” que nos permitieron conocerles, porque ambos eran artistas que no usaban los espejos como un instrumento para retratarse, hasta el final nos entregaron su alma a través de el otro, en la ilustración “Aún aprendo” y la cinta “Varda por Agnés”, sorprendiéndonos con cada uno sus trazos y tomas, sumergiéndonos en la reflexión mediante el sentimiento, porque eso es lo que el buen arte debe hacer, hacernos sentir y reflexionar.

La directora francesa dejó este mundo en 2019 y el pintor español habría de hacerlo en 1828 pero ambos nos recuerdan que el arte existe para la creación e interpretación de todos, nos inducen a ser más humanos.
Agnés decía que sí abriéramos a las personas encontraríamos en su interior paisajes, ella declaraba tener un mar dentro suyo y es justo la conexión a esos paisajes internos a la que tenemos que apelar para seguir creciendo como especie, cuidando el uno del otro, entender justo como ella que ante el lente de la cámara todos somos diferentes, con historias distintas, con tiempos personales y motivaciones singulares pero eso no tienen nada de malo, porque ella y el cine entienden que es en nuestras diferencias que crece nuestra valía, entienden que sin importar nuestras historias todos somos fotosensibles y merecemos ser retratados.