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María (Segunda parte)
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- Published: 14 Abril 2019
Alguien venía sobre el camino que daba al mercado y ese alguien era su papá. Traía puesto su sombrero de paja y su jorongo de lana; venía montado en Chuchita – la vieja mula-
Su papito la llamó con la mano mientras le sonreía; María creía que no se podía mover, pero al ver a su papá dejó de sentir dolor, se levantó y corrió hasta él. Después de abrazarse, su papá la montó en Chuchita para llevarla por un camino que ella no conocía.
Nadie supo decirle a la mamá de María quién disparó sobre la niña y aunque lo hubieran sabido ella no entraba en razón abrazando el cuerpo de su pequeñita, y es que el dolor era comprensible ya que la mujer no sabía lo feliz que María estaba ahora.
Después del velorio y el entierro la mamá de María se encerró en su casa. Sacó de los costales la manta, los listones, los hilos y comenzó a tejer. No comió, ni tomó agua durante noches enteras y no durmió hasta no terminar lo que había comenzado el día que la pequeña María murió. La triste mujer tejió una muñeca vestida y peinada como su María para no sentirse sola; bordó sus cabellos con estambre y los trenzó con listones, le hizo un vestido de fiesta, le bordó ojos negros y una sonrisa grande. Cuando la mamá de María vio la muñequita terminada la abrazó entre su pecho y dejó de llorar hasta quedar vencida por el sueño.
Lo que la madre ignoraba es que ya era noche de muertos y los muertos regresaron de vuelta; María y su papá llegaron a la casita de adobe, entraron por la puerta y encontraron a la mujer recostada en el petate con la muñeca entre las manos. Esta vez no comerían ni tomarían nada, pero se llevarían a alguien con ellos.
Mientras la mamá de María dormía su corazón se rompió – menos mal que allí estaba su hija-
La pequeña María besó en la frente a su madre y cuando esta despertó no daba crédito a lo que veía. Su familia estaba nuevamente reunida. La mujer besó a su esposo y abrazó con fuerza a su pequeña para después alejarse con rumbo desconocido sobre la vereda.
A la mañana siguiente las mujeres del pueblo fueron a buscar a la pobre mujer para darle consuelo, pero no encontraron más que una conmovedora escena:
La madre estaba acostada en su petate, con una sonrisa de luna en el rostro abrazando a una muñeca que era idéntica a María.
Con el tiempo ellas aprendieron a tejer y bordar sus propias muñecas en honor de la niña y su madre; después docenas de muñecas con vestidos y listones de diferentes colores llenaron las plazas y los mercados hasta llegar a las ciudades donde injustamente les llaman “Marías” de forma despectiva sin conocer la historia de la pequeña huasteca que le dio origen a la felicidad de tantas otras niñas que como ella pasan hambre, sed y frío entre los pueblos, las costas y los campos...
-Paola Klug