Sexualización de la mujer.

hipersexualizacion

El pensamiento patriarcal intenta colocar en el escenario simbólico un modelo normativo de feminidad sobrecargado de sexualidad a fin de satisfacer los deseos sexuales masculinos.

Esta conceptualización patriarcal de las mujeres como objetos, en lugar de como sujetos; estos procesos múltiples de resexualización de las mujeres; y está propuesta de feminidad normativa que exalta tanto la maternidad como la sexualidad, concebidas ambas al servicio del poder masculino, vuelven a traer al centro del escenario histórico occidental el viejo y obsoleto discurso de la inferioridad de las mujeres.

Y el cuerpo de las mujeres y de los varones no está construido de la misma forma, pues ambas construcciones traducen la jerarquía de género. El cuerpo del varón está construido para el poder y el cuerpo de las mujeres está construido para el no-poder. Las mujeres reciben el mandato de que sus cuerpos deben crearse en función de la mirada masculina y, precisamente por ello, la sexualidad debe ocupar un lugar central en las representaciones de lo femenino: “los hombres miran, y las mujeres se miran mientras son miradas, una situación que determina tanto la relación entre los hombres y mujeres como la de las mujeres con ellas mismas, que existen como cuerpos objeto de la mirada”.

En las últimas décadas, los medios de comunicación avanzan inexorablemente en la producción de imágenes de mujeres hipersexualizadas. La imagen dominante de la sexualidad femenina que se está reelaborando muestra a las mujeres como cuerpos: “la nueva cultura hipersexual redefine el éxito femenino dentro del reducido marco del atractivo sexual”.

Existe una poderosa presión normativa para que las mujeres hagan de su cuerpo y de su sexualidad el centro de su existencia vital. Esta presión se pone de manifiesto tanto en la cultura de exaltación de la sexualidad como en la pornografía y en la prostitución. El éxito de esta narrativa requiere que los diversos agentes socializadores se articulen en torno a la reproducción de las mujeres como seres sexuales para los varones. La idea es que la identidad se construya como identidad-sujeto para los varones y como identidad-objeto para las mujeres.

El exigente canon de belleza, la moda, la industria de la cirugía plástica, las nuevas tecnologías reproductivas, la pornografía o la prostitución, entre otros, se han convertido en usos represivos sobre el cuerpo de las mujeres. Por eso, desde el feminismo se ha subrayado la fuerte presión normativa sobre los cuerpos femeninos y ha conceptualizado esos dispositivos como formas nuevas de violencia patriarcal.

El poder y las consecuencias de esto se nota en los cuerpos femeninos de múltiples formas (cuerpos enfermos, anoréxicos, dóciles, fértiles, violados, explotados, maltratados, prostituidos… cuerposútero… cuerpos-fetiche) y puede ejercerse desde múltiples lugares (instituciones y discursos…) para conseguir múltiples beneficios (amor incondicional, abnegación, niños, placer, fuerza de trabajo barato, trabajo doméstico gratuito…)”

De hecho, la pornografía es representada como una industria de la ‘fantasía sexual’ en los medios de comunicación, en la moda e incluso en la literatura.

La sexualización envuelve a niñas, adolescentes y mujeres y, sin embargo, es explicada como un componente determinante de la naturaleza femenina. La atribuida naturaleza fundamentalmente sexual de las mujeres es el pilar sobre el que se edifica la cultura del sexo. Por eso, al naturalizar la sexualización de las mujeres, la ontología se convierte en el gran argumento de legitimación. En efecto, ya no es suficiente con los cuerpos de las mujeres. El dominio masculino y el capitalista han puesto en el mercado también los cuerpos de las niñas. Y para ello se ha creado una cultura de sexualización de las niñas, marcado por el imperio de la apariencia física, que, a su vez, se concreta en un poderoso mercado infantil dirigido especialmente a las niñas.

Las luchas feministas han hecho posible la creación de una subjetividad para la emancipación.

El cuerpo es un lenguaje, una narrativa y, por ello, un acto de poder.

Fuente: escuelasen.org